Si tengo que morir de asfixia
que sea dándote el aire,
viendo irse de a poco la vida
que fue tuya y de más nadie,
sabiendo, a tu boca prendida,
que he vivido cada instante,
hasta el postrero, con dicha,
con tu amor invulnerable;
que tus días y mis días
perdieron juntos su sangre
empuñando un mismo sable.
